jueves, 17 de enero de 2008

ElMusical

Los musicales son un género fascinante. Fascinante.
La mayoría de gente dice "Uf, yo cuando se ponen a cantar, le doy p'alante". Yo le suelo dar p'alante cuando no cantan.
A mí se me pone cutis de ave con los números musicales. En general, se me pone cutis de ave cuando veo a mucha gente haciendo lo mismo a la vez. Y en los números musicales, esto pasa a menudo. El prota en primer término, cantando. Detrás, los figurantes pasan a ser, de golpe y porrón, bailarines y coros. Placer extremo.


The Newsies


Lo mejor, lo mejor del mundo es cuando la canción hace avanzar a trama. Esto no pasa mucho. Normalmente, la historia se detiene, y el número musical es una especie de paréntesis. Pero otras veces, la letra de la canción es acción. El actor está hablando y, a mitad de frase, empieza la canción, luego para y sigue hablando, y luego vuelve a la canción. Para mí, el colmo de la genialidad consiste en que las canciones sean versiones de temas conocidos, y que estén tan bien metidos en la historia, que además, hagan avanzar la trama. Moulin Rouge es el máximo exponente de esta maravilla.




Y, por supuesto, están los clásicos, con sus temas originales perfectamente insertados, como esta joyita de la vida:



My fair lady


Y es que, en un musical, lo más delicado son las transiciones entre el número musical y el resto de la secuencia. Si no son fluídas, la magia se va a la mierda. A veces, el decorado y el vestuario cambian de golpe al arrancar la canción, y lo que pasa es que número parece sólo una ensoñación del protagonista. Luego, cuando acaban de cantar y vuelven a la secuencia, se comportan como si la canción no hubiera pasado. En general, yo no soy muy partidaria de esta opción. Pero, a veces, se han hecho cosas muy chulas así.



20 centímetros


Otras veces, no.



Paco y Veva


En cualquier caso, como en casi todo en la vida, la clave está en que no se vea el truco. Yo quiero creerme que el tipo está cantando, me la suda de dónde sale la música. Quiero creerme que siente lo que canta, que dice lo que canta. Quiero creerme también al bailarín de atrás, a la abuelita que pasa por ahí y añade una frase o menea el paraguas. No quiero hacerme preguntas mientras lo veo. Y esto, no siempre se consigue.




Por qué se frotan las patitas

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo por moulin rouge, la primera y única vez en mi vida que salí del cine con ganas de cantar encaramado a las farolas, de amar, de ser correspondido. How wonderful life is...

RALZ dijo...

Que gran musical Mouling Rouge, me encanta..
Las otras dos pelis no las he visto, pero ese momento Supremas de Mostoles de 20cms es brutal..
Y de Paco y Veva pues mejor no opino... ¿no?

Anónimo dijo...

A mí cuando una película es musical, ya me tiene prácticamente conquistado.

Pero sí, está claro que la clave es que te creas que realmente están cantando y bailando.

Anónimo dijo...

De acuerdo en la enumeración de características. Yo añadiría una: en un buen musical no puede faltar un número coral coralísimo hacia el final, echando ahí toda la carnaza musical en el asador. Y si en él la música utiliza trocitos de los temas anteriores, la sensación de apoteosis ya es insuperable.

Ah, y para mí, uno de los mejores musicales de los últimos años, precisamente porque cumple todo lo que has dicho en tu post (menos lo de las canciones versionadas), es un capítulo de una de las series más infravaloradas de la historia. Te dejo la escena de apertura y otra:

http://www.youtube.com/watch?v=O0EKL_SL-GY

http://www.youtube.com/watch?v=I2tElnJgJk4

Y no sólo no hacen como que se olvidan de haber cantado, sino que integran el hecho de cantar en la trama, en plan "oye, ¿a alguno de vosotros anoche le dio por... ponerse a cantar? A mí sí, y fue raro que te cagas"

Espero que te gusten. Besos.

Rafa dijo...

Dreamgirls