Hoy he tenido que ir lejísimos, muy lejos, cerca de lo que viene a ser la zona de atomarporculo. Como aún no me decido a volver a comprarme moto, y como estoy harta de dejarme el sueldo en taxis, he tirado de autobús (lo mires como lo mires, es una opción infinitamente mejor que ese agujero al que por aquí llaman "metro"). Mientras volvía, he tenido uno de esos momentazos vitales que quiero compartir con ustedes.
Cuando he montado en el bus, perdida como suelo andar siempre, le he preguntado al conductor si iba hasta la Puerta del Sol. "Sí, sí". Y he entrado. A mitad de trayecto, el conductor ha pedido a todo el mundo que bajara y que cogiera el siguiente autobús. Menos a mí. "¿Vas a Sol, no? Pues siéntate, que voy para allá. Te llevo". Yo no cabía en mi propio asombro. "Verás qué rápido llegamos: en un momento te dejo allí". Acto seguido, se enciende un cigarro y me ofrece otro a mí. ¿Cómo iba a decir que no a una transgresión autorizada de la ley? Allí estaba yo, sentada al lado del conductor, en un autobús de la EMT enterito para mí, fumándome un cigarro como una señora, en la mitad de la Castellana. Sentía tanto morbo que veía doble.
Como mis padres se gastaron un montón de dinero en mi educación, estoy programada para ser cívica: mi premisa es que, hasta cuando se delinque, hay que guardar las formas. Por eso, me he tirado la ceniza del cigarro en la mano. Yo, una señorita ante todo. Cuando el conductor me ha visto, ha saltado como un resorte: "¿Pero qué haceees? Tírala en el suelo, hombreeee. ¿No ves que luego lo limpiaaan? Si los sudamericanos ésos me llenan el autocar de mierda. Tíralaaaa". Ante un argumento con tantísimo peso, no he tenido más remedio que hacerle caso. La he tirado al suelo. Más placer.
Pero después, la situación morbosa de ensueño se ha torcido. Poco a poco, el condutor se ha ido poniendo farruquito. Se ve que la autoridad se le ha subido a la cabeza. Ha empezado a pisar el acelerador, a dar volantazos, a cambiar de carril como si fuera una moto. "Ya verás, ya, qué pronto llegamos". Yo me he ido agarrando al asiento cada vez más fuerte. El hombre quería demostrar su dominio del volante, quería que quedara claro que la fiera que lleva dentro vive coartada por esa cosa mundana llamada pasajeros. Yo, claro, no me atrevía a decirle nada a El Hombre Que Me Ha Dejado Fumar En Un Autobús. Por suerte, he llegado sana y salva. Más delgada, eso sí.
Moraleja: cómprate una moto. (Aprovecho para preguntarles, como el del anuncio, cuál de las dos me aconsejan: ¿Scarabeo o Vespa?)
Cuando he montado en el bus, perdida como suelo andar siempre, le he preguntado al conductor si iba hasta la Puerta del Sol. "Sí, sí". Y he entrado. A mitad de trayecto, el conductor ha pedido a todo el mundo que bajara y que cogiera el siguiente autobús. Menos a mí. "¿Vas a Sol, no? Pues siéntate, que voy para allá. Te llevo". Yo no cabía en mi propio asombro. "Verás qué rápido llegamos: en un momento te dejo allí". Acto seguido, se enciende un cigarro y me ofrece otro a mí. ¿Cómo iba a decir que no a una transgresión autorizada de la ley? Allí estaba yo, sentada al lado del conductor, en un autobús de la EMT enterito para mí, fumándome un cigarro como una señora, en la mitad de la Castellana. Sentía tanto morbo que veía doble.
Como mis padres se gastaron un montón de dinero en mi educación, estoy programada para ser cívica: mi premisa es que, hasta cuando se delinque, hay que guardar las formas. Por eso, me he tirado la ceniza del cigarro en la mano. Yo, una señorita ante todo. Cuando el conductor me ha visto, ha saltado como un resorte: "¿Pero qué haceees? Tírala en el suelo, hombreeee. ¿No ves que luego lo limpiaaan? Si los sudamericanos ésos me llenan el autocar de mierda. Tíralaaaa". Ante un argumento con tantísimo peso, no he tenido más remedio que hacerle caso. La he tirado al suelo. Más placer.
Pero después, la situación morbosa de ensueño se ha torcido. Poco a poco, el condutor se ha ido poniendo farruquito. Se ve que la autoridad se le ha subido a la cabeza. Ha empezado a pisar el acelerador, a dar volantazos, a cambiar de carril como si fuera una moto. "Ya verás, ya, qué pronto llegamos". Yo me he ido agarrando al asiento cada vez más fuerte. El hombre quería demostrar su dominio del volante, quería que quedara claro que la fiera que lleva dentro vive coartada por esa cosa mundana llamada pasajeros. Yo, claro, no me atrevía a decirle nada a El Hombre Que Me Ha Dejado Fumar En Un Autobús. Por suerte, he llegado sana y salva. Más delgada, eso sí.
Moraleja: cómprate una moto. (Aprovecho para preguntarles, como el del anuncio, cuál de las dos me aconsejan: ¿Scarabeo o Vespa?)
9 comentarios:
Yo veo esto que cuentas en una pelicula y no me lo creo, jajaja
VESPA VESPA VESPA!!!
Otra Scarabeo nunca será lo mismo.
Eres buenísima. Ya está. Me encantan las historias que te ocurren, cuando te mearon en el casco de la moto, cuando te poseyó la garrapata, cuando tu bocatero se hizo el implante capilar, ahora ésta. Eres la más. Qué pena que no renueves cada dos horas como elpais.com, si por mí fuera te tendría encadenada al blog día y noche. Siempre quiero más.
jajajaja no sé cómo lo haces para atraer tantas situaciones increíbles! jajaja
Hmmmm hoy he visto una Vespa en rojo muy retro pero muy bien cudada y me ha encantado! Vespa!
Yo me sumo al comentario anterior, es que de verdad, después de leerte, mi vida parece aún más mediocre y aburrida de lo que creía...De cualquier forma,esto del autobus a mi no me pasaría jamás, yo soy demasiado paranoica y me bajaría con el resto de los pasajeros... Quizá por eso no me ocurren cosas así....
Besos, y que sigan tus aventuras
¿En ningún momento pensaste que el conductor podría secuestrarte? De aquí sacamos un buen guión..
Siempre Vespa!
Estoy de acuerdo con "una fan". Tus entradas son geniales!!!
Yo tb estoy de acuerdo. Esti, you are the one. Cada día escribes mejor y piensas mejor.
Siempre he querido tener una Vespa, así que voto por Vespa. Y tu bici? No te habías comprado otra? o te pasa como a mí, que con tanta gripe y catarro no hay quien pedalee más de dos calles sin sentirse ahogada?
besos
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