La imagen misma de la felicidad es una persona que va caminando por la calle, un domingo por la mañana, con cruasanes y el periódico en la mano. Se imagina uno que lo esperan en casa para un desayuno romántico a cámara lenta.
La imagen misma de la infelicidad es un post-adolescente (preferiblemente extranjero), un domingo por la mañana, dormido sobre sus propios vómitos en un portal céntrico, abandonado a su suerte por unos tipos que se autoproclamaron amigos suyos en el primer brindis de la noche.
A los dos los he visto esta mañana, frente a frente. Los domingos son, como Esperanza, el espejo de lo que somos.
La imagen misma de la infelicidad es un post-adolescente (preferiblemente extranjero), un domingo por la mañana, dormido sobre sus propios vómitos en un portal céntrico, abandonado a su suerte por unos tipos que se autoproclamaron amigos suyos en el primer brindis de la noche.
A los dos los he visto esta mañana, frente a frente. Los domingos son, como Esperanza, el espejo de lo que somos.
2 comentarios:
Jajaja, para mí no hace falta ni que haya desayuno romántico. Desayunar un domingo, en pijama, con el colacao calentito y unos croissants, mientra leo todo el periódico, es uno de los pequeños grandes placeres de la vida... :-)
(el próximo domingo me encargo yo de los cruasans)
El próximo domingo estaré lejos, muy lejos, en silencio.
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