domingo, 17 de febrero de 2008

DOminGO

La imagen misma de la felicidad es una persona que va caminando por la calle, un domingo por la mañana, con cruasanes y el periódico en la mano. Se imagina uno que lo esperan en casa para un desayuno romántico a cámara lenta.

La imagen misma de la infelicidad es un post-adolescente (preferiblemente extranjero), un domingo por la mañana, dormido sobre sus propios vómitos en un portal céntrico, abandonado a su suerte por unos tipos que se autoproclamaron amigos suyos en el primer brindis de la noche.

A los dos los he visto esta mañana, frente a frente. Los domingos son, como Esperanza, el espejo de lo que somos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, para mí no hace falta ni que haya desayuno romántico. Desayunar un domingo, en pijama, con el colacao calentito y unos croissants, mientra leo todo el periódico, es uno de los pequeños grandes placeres de la vida... :-)

(el próximo domingo me encargo yo de los cruasans)

sti dijo...

El próximo domingo estaré lejos, muy lejos, en silencio.