El otro día, en el autobús, viajaban delante de mí dos chicas. Jóvenes. Unos 16 años. Parecían superamigas-tía. Cada una con su Ipod rosa, sus gafas de sol a la última, sus flequillos largos. No paraban de hablar de esto y de lo otro, o sea. Me estaban poniendo nerviosa. Al cabo de media hora, me di cuenta de que no eran superamigas-tía. Eran hermanas. Me dio envidia. Mucha. Yo nunca he tenido una relación así con mis hermanos.
Pero a lo que iba. Resulta que la más joven había planeado pasar el fin de semana de camping con un chico en la mobil home de la familia, pero acababa de saber que su tía iba a estar allí con su nuevo novio y que querían intimidad. La muchacha tenía un disgusto supertocho-tía, venga a gritar y venga a gritar. Llamó a su tía y lo intentó todo. Como no pudo con ella, llamó a su madre que, en vez de apoyarle, le echó la bronca. Así que la niña estaba como gato panza arriba, a todo color sonido stereo, lágrimas incluídas.
La hermana mayor me cayó bien desde el segundo uno. Era buenísima tranquilizandola. Buenísima. La trataba con mucho cariño. Le prestaba atención, pero poca. Vamos, que no se sacó los cascos del Ipod para nada. Y me dio más envidia aún. La mano izquierda es una de mis virtudes favoritas. Será porque yo no gasto de eso.
El caso, que cuando me bajé de el autobús, yo era todo envidia. Decidí que me había enamorado de las dos hermanas, que me las llevaba a casa para que dieran color y sabiduría a mis largas noches de invierno. Pensé en ofrecerle mi casa a la pequeña para que se lo montara con su novio. A la mayor, pensé en ofrecerle un Ipod con más memoria (no se me ocurrió nada más). Pero como no me atreví, pues me di la vuelta y ya me fui.
5 comentarios:
muy mal: hay que atreverse siempre, si no, no hay manera
amor
:-)
No entiendo por qué valoras tener mano izquierda...
Para algunas almas perdidas como la mía sería más fácil separar las aguas que tener mano izquierda. Complejo de borde, de nacimiento, como un antojo.
Bueno, yo también te llevaría a mi casa, como tú a las hermanas, pero me conformaré con seguir leyéndote. Estoy segura que tus palabras seguirán dando color y sabiduría a mis largas noches de invierno ;-)
Besos
Gracias, Carmela. Qué bien cuando la gente te dice cosas bonitas así, de gratis. Un saludo.
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