martes, 16 de octubre de 2007

Michael

Allá donde la calle Leganitos pierde su nombre solía haber un vagabundo, un chico de unos 30 años (a ojo de buen cubero, porque acertar la edad de un mendigo puntúa doble). Le pusimos Michael.

Al principio, parecía un tío bastante cuerdo. Vamos, el típico guiri bohemio con rastas y pocos recursos que decide dormir en un banco de la calle entre visita y visita al Prado.

Pero, con el tiempo, Michael se fue dejando. Le cogió gusto al banco y miedo al jabón. Y, poco a poco, se fue enajenando. Empezó a hablar solo y a girar sobre sí mismo. En la esquina en la que vivía se acabó por crear un microclima, con fauna y flora propias, y el olor llegaba a la acera de enfrente. Al final, la capa de suciedad que llevaba encima era inenarrable. Y yo pensaba que debía de ser como cuando la lluvia te pilla sin paraguas, que llega un punto en que ya no la notas de lo empapada que estás.

Pues, de un día para otro, Michael se nos ha ido. Ha desaparecido. Ya no está en su esquinita.

¿Dónde estará Michael?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo no quiero ser agorero, pero cuando un vagabundo deja de estar en su zona habitual es muy mala señal...

Anónimo dijo...

¿No le ha robado otro vagabundo el sitio?A veces lo hacen, que lo ví en "Callejeros".DE todas maneras parece un tío majo, espero que aparezca.Mucho mejor que el que sube y baja las escaleras mecánicas en el metro de Moncloa.

sti dijo...

Sí, Gab, hay otro! Un mendigo estándar de pelo corto. No es lo mismo.
El de Moncloa no lo he visto nunca, pero hay uno por Santa Ana, que lleva años (en serio: años, como 6) calle arriba calle abajo con un vaso de plastico en la mano. Todos los días de Dios.