sábado, 19 de abril de 2008

ESto de tener el bar de reuniones al lado de casa es un peligro. Empiezas a pedir cervezas, amparada en la sensación engañosa de que si te tropiezas te caes en tu propia cama, y acabas contándole a un desconocido las entréculas de tus intimidades. O lo que es peor, acabas escuchando las entréculas de las intimidades de un desconocido que no sabes muy bien de dónde ha salido, ni te lo planteas siquiera, que te parece que llevara ahí toda la vida, y tú también. Como si no hubiera mundo fuera de las puertas de El Negro. Sigues bebiendo cerveza, el bar ya ha cerrado, pero nos dejan quedarnos y seguir bebiendo cerveza. El desconocido se ha ido, no sabes cómo, ni te lo planteas siquiera, que te parece que nunca exisitó, porque ahora escuchas las entréculas de las intimidades de otra desconocida, mientras tus amigas hacen lo propio a pocos metros de ti, con sus propios desconocidos. Luego, los desconocidos se van yendo, y nosotras nos vamos juntando otra vez, y nos descojonamos otro rato antes de irnos nosotras también. Y así pasa la vida, cargadita de situaciones que no conducen a ninguna parte.
Piloto de aeroplano soy.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Tita dijo...

Juraría que lo que acabo de leer lo he vivido antes, el viernes de la semana pasada, con otros desconocidos, con otras amigas, pero con un buen rollo similar.

Suelo leerte, quizás algún día te escribí...ni idea.

Besos

Iraultza dijo...

Si pudiésemos amontonar en una bolsa todas esas situaciones que no conducen a ninguna parte.....supongo que ese es el único truco, empezar a distinguir los días que no llevan a ninguna parte para cogerlos sólo cuando no importa el destino. Besos amarrados a la puerta de un baile.