Mientras el gato remueve la arena, con ese ruidito que toca un poco los huevos a veces, yo entro en trance y me pongo a pensar en los matones tumbada en mi sofá. Porque hay un montón de matones sueltos que, para colmo, cobran sueldos a final de mes. Algunos llevan placa y uniforme; otros sólo llevan uniforme, y otros no llevan nada. Me preocupa. Uno no sabe dentro de qué cuerpo hay encerrado un matón.
Vigile sus espaldas y, sobre todo, sonría a los desconocidos. A todos. Siempre.
Vigile sus espaldas y, sobre todo, sonría a los desconocidos. A todos. Siempre.
1 comentario:
No me siento capaz de sonreír a gente así. Vigilar mi espalda sí, pero sonreírles... Qué duro... Y qué gentuza hay por ahí suelta con su pequeña parcela de poder.
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